El mundo de la geopolítica podría experimentar un giro importante este 30 de octubre, cuando Donald Trump y el presidente Xi Jinping se encuentren en Corea del Sur para abordar las tensiones crecientes entre Estados Unidos y China. Los mercados están expectantes y la prensa internacional espera anuncios positivos, pero las señales sugieren que lo más probable es una tregua temporal, no un tratado duradero: algo así como “pausa publicitaria” en una telenovela política.
Dulzura, respeto… y mucha sospecha
Trump, famoso por apostar al carisma y el espectáculo, recientemente declaró: “Tengo mucho respeto por el presidente Xi. Él me aprecia mucho, creo yo, y me respeta”. Por otro lado, Xi se ha mostrado cauteloso y no ha emitido señales de querer ceder en los temas más cruciales. El trasfondo puede parecer cordial, pero las negociaciones previas han estado marcadas por tensiones económicas: solo en este mes, China implementó controles estrictos en las exportaciones de rare earths, minerales esenciales para la tecnología moderna, y Trump amenazó con duplicar (hasta 100%) los aranceles a las importaciones chinas.
Todo este drama no es casualidad: en las últimas semanas hubo movimientos intensos entre funcionarios de primer nivel—Scott Bessent, secretario del Tesoro estadounidense, y He Lifeng, vicepremier chino—intentando evitar una escalada insostenible.
El menú de la negociación: fácil, difícil y casi imposible
Las negociaciones tienen tres niveles de dificultad, como una receta de cocina política:
Lo fácil
Aranceles y comercio: Los aranceles son el punto más obvio para negociar. Actualmente exprimen el comercio entre los dos países; las exportaciones chinas hacia EE.UU. cayeron un 27% interanual en septiembre. La amenaza de nuevos aranceles parece desvanecerse, y hay probabilidades de retrasar otra oleada prevista para el 10 de noviembre. Incluso un arancel ligado al tema de fentanilo podría eliminarse, siempre que China demuestre avances contra el tráfico del opioide. Aun con estos gestos, la carga arancelaria seguirá en niveles elevados (20-30%).
Soja y agricultura: A cambio de alivio en aranceles, China probablemente acepte comprar más soja estadounidense, aunque durante los últimos años ha favorecido a proveedores brasileños. Este es un gesto barato y políticamente rentable para Xi, además de satisfacer a los agricultores del medio oeste estadounidense.
Tarifas portuarias y tecnología: Podrían eliminarse las tarifas adicionales en puertos impuestas mutuamente; además, China podría facilitar la transición de TikTok a manos americanas, un movimiento popular y fácil de vender en casa.
Lo complicado
Controles a bienes y tecnología: Este nivel implica las restricciones al flujo de productos, propiedad intelectual y capital. Un ejemplo son los rare earths. El secretario Bessent sugiere que China pospondrá por un año los nuevos controles de exportación, pero no espera que los eliminen. Una concesión aquí probablemente exigiría a EE.UU. flexibilizar sus controles sobre la exportación de chips avanzados—aquí el equilibrio se pone mucho más delicado.
Lo casi imposible
Geopolítica: La diplomacia sobre Rusia, Ucrania y Taiwán es casi un callejón sin salida. Trump desea poner fin a la guerra rusa en Ucrania y cree que China podría ayudar, pero Xi no ha dado señales de querer influir sobre Putin. Respecto a Taiwán, Xi buscará que Trump se oponga explícitamente a la independencia de la isla; el equipo americano ya adelantó que no cambiarán su política a cambio de acuerdos comerciales. A sus aliados asiáticos esto no les da demasiada tranquilidad.
¿Y si se firma un trato?
Si los líderes logran un acuerdo en los temas fáciles, podría abrir la puerta a una visita de Trump a China el próximo año y abordar los asuntos más delicados. De momento, una simple pausa podría ayudar a China a organizar mecanismos internos (por ejemplo, su política de rare earths) y a EE.UU. prepararse para presionar en otros frentes, como restringir exportaciones de piezas de avión o software avanzado.
¿Cuánto dura la tregua?
La historia reciente sugiere que cualquier tregua entre ambas potencias—desconfiadas y profundamente competitivas—puede ser corta. Los acuerdos previos tienden a desmoronarse: el pacto comercial de “fase uno” del 2020 no se cumplió según la Oficina del Representante Comercial de EE.UU., y en días recientes han iniciado nuevas investigaciones por incumplimientos. Es decir: un acuerdo, en el mejor de los casos, ayuda temporalmente y no soluciona los temas de fondo.
En resumen, el encuentro entre Trump y Xi probablemente será una muestra de diplomacia pragmática y momentánea, con concesiones en comercio y gestos políticos de bajo costo. Sin embargo, los asuntos más difíciles—tecnología estratégica y geopolítica—permanecerán sin solución. La tregua que surja servirá más para calmar nervios en los mercados que para alterar el rumbo global. Lo esencial: no esperes un tratado duradero, sino simplemente un respiro en el largo enfrentamiento entre estas dos superpotencias.



