Los directores generales (CEOs) tienen motivos sólidos para mantener una relación cercana con Donald Trump, especialmente en el contexto de políticas antimonopolio y regulación empresarial en Estados Unidos. La historia demuestra que ignorar las dinámicas del poder en Washington supone un riesgo significativo para las compañías, particularmente en industrias sujetas a presión regulatoria como la tecnología.
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