En muchas organizaciones grandes, la agenda de un CEO o ejecutivo senior suele estar saturada de reuniones uno a uno (1:1). Aunque estas se consideran necesarias para la alineación, la toma de decisiones o la gestión de relaciones, en los niveles más altos de liderazgo, esta práctica puede estar saboteando los intereses de la organización. A pesar de los abundantes consejos sobre cómo optimizarlas, ninguna mejora técnica puede resolver el problema si esas reuniones no deberían existir en primer lugar.
Ron Carucci plantea una alternativa audaz: sustituir las reuniones 1:1 operativas por “reuniones de capacidades” en formato 1:2 o 1:3, que reflejan cómo se crea realmente el valor en una empresa.
Un ejemplo ilustra bien el problema. Melissa, CEO de una empresa tecnológica del sector salud, descubrió que sus decisiones, tomadas en reuniones 1:1 con sus vicepresidentes, provocaban descontento y descoordinación. Por querer evitar cuellos de botella y acelerar procesos, aprobaba decisiones en privado, confiando en que los líderes implicados informarían a sus colegas. El resultado fue fragmentación, suposiciones erróneas y falta de transparencia.
Las consecuencias negativas de las reuniones ejecutivas 1:1 incluyen:
Gobernanza fragmentada: Cada reunión actúa como un mini comité de decisiones, aislado, lo que genera duplicidad, malentendidos y más reuniones innecesarias.
Sesgo funcional: Refuerzan la visión departamental, debilitando la colaboración transversal. El CEO termina integrando puntos de vista dispersos.
Retrabajo decisional: Se pierden tiempo y energía reexplicando o defendiendo decisiones tomadas en privado.
Rivalidad y colusión: Las reuniones individuales pueden fomentar dinámicas de poder, exclusividad y desconfianza dentro del equipo ejecutivo.
La propuesta de Carucci es clara: rediseñar el uso del tiempo ejecutivo. Las reuniones deben alinearse con las capacidades que generan valor, como innovación, transformación digital o fidelización del cliente. Estas “reuniones de capacidades” permiten decisiones más rápidas, mejor coordinación y mayor compromiso compartido.
Además, las reuniones 1:1 no deben desaparecer, sino transformarse en espacios trimestrales dedicados exclusivamente al desarrollo profesional del colaborador. En estas sesiones, sin presentaciones ni informes operativos, se abordan metas de crecimiento, retroalimentación y aspiraciones a largo plazo.
Organizaciones que han adoptado este enfoque han reportado beneficios notables. Una compañía de bienes de consumo rediseñó sus reuniones individuales bajo un modelo de “revisión de carrera”, mejorando la retención y la planificación de sucesión. Otra empresa financiera reemplazó muchas de sus 1:1 por reuniones funcionales, acelerando la ejecución y reduciendo la necesidad de “vender” decisiones después de tomadas.
Finalmente, al llevar las decisiones operativas a grupos pequeños, se libera el tiempo de la alta dirección para enfocarse en prioridades verdaderamente estratégicas, como la cultura organizacional, la innovación y la resiliencia empresarial. También se reduce la rivalidad interna y se fortalece la confianza mutua.



