La amabilidad no es un lujo. Es una habilidad esencial de liderazgo.
Muchas organizaciones aún la ven como un “extra agradable” cuando, en realidad, es un factor determinante para el rendimiento, la retención y la confianza. No se trata solo de ser “agradable” (niceness), sino de practicar acciones intencionales que apoyen el crecimiento, el bienestar y el éxito de los demás, incluso cuando eso implique conversaciones difíciles.
Tratar la amabilidad como una competencia dura —medible, enseñable y reforzada— fortalece la seguridad psicológica, fomenta la colaboración y protege el capital social de tu organización.
Pregunta para reflexionar: ¿Tu equipo ve la amabilidad como una expectativa profesional o como un gesto opcional?
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