Liderar en el mundo actual no solo requiere habilidades estratégicas, sino también una gran capacidad emocional. Las decisiones difíciles, el acompañamiento constante de los equipos y la presión por resultados terminan por drenar la energía de cualquier líder. La recuperación emocional ya no es un lujo; es una necesidad crítica para preservar el bienestar y sostener la capacidad de liderazgo a largo plazo. En este contexto, la coach ejecutiva Dina Denham Smith propone tres prácticas esenciales para afrontar este desgaste: reflexionar, replantear y restaurar.
Reflexionar: dar sentido a lo vivido
La primera clave es reflexionar conscientemente sobre los momentos emocionalmente exigentes. En lugar de ignorar o reprimir emociones, se trata de reconocerlas sin juzgarlas y extraer de ellas un significado. Preguntas como “¿Qué siento?”, “¿Dónde lo siento en mi cuerpo?” o “¿Qué me está diciendo esta emoción sobre lo que valoro?” ayudan a clarificar el impacto emocional de las experiencias. Escribir estas reflexiones o grabarlas como nota de voz puede crear el espacio necesario para procesarlas y evitar que se acumulen como estrés no gestionado.
Compartir estas vivencias con colegas de confianza también refuerza la resiliencia emocional, protege contra el burnout y mejora el bienestar. Reflexionar no exige mucho tiempo, solo requiere la disciplina de pausar y atender lo que uno siente.
Replantear: cambiar la narrativa
Reinterpretar lo vivido permite liberar recursos mentales y emocionales. Esto no significa negar la dificultad, sino buscar un nuevo significado o identificar beneficios a largo plazo. Un ejemplo es el de un líder que, tras una reestructuración imprevista, pudo ver la oportunidad de descansar y prepararse para nuevos retos.
Además, muchas decisiones duras en liderazgo implican “males necesarios”, como despedir a alguien o restructurar un equipo. Estos actos pueden afectar la autoimagen de los líderes, generando culpa o ansiedad. Aquí, la autocompasión es vital: tratarse con la misma comprensión que se tendría con un colega en una situación similar. La autocompasión aumenta la inteligencia emocional, la resiliencia y la capacidad de liderazgo.
Restaurar: recuperar las reservas emocionales
Lidiar constantemente con demandas emocionales sin pausa lleva al agotamiento. A largo plazo, esto deteriora el estado de ánimo, la salud y el rendimiento. La paradoja de la recuperación muestra que cuanto más agotado se está, menos se tiende a tomar los descansos necesarios.
No se trata solo de tomarse vacaciones, sino de integrar experiencias restauradoras en el día a día. Cuatro prácticas destacadas son:
Desconexión: evitar correos y pensamientos laborales fuera del horario.
Relajación: caminar sin el móvil, escuchar música suave o pasar tiempo en la naturaleza.
Maestría: aprender algo nuevo o practicar un pasatiempo.
Control: reservar momentos para decidir libremente qué hacer.
Invertir intencionalmente en la recuperación es esencial para sostener un liderazgo efectivo. Estas prácticas no solo restauran en el corto plazo, sino que fortalecen la capacidad emocional para afrontar futuros desafíos con más equilibrio.



