En 2017, Donald Trump prometió un renacer industrial para Estados Unidos, asegurando que las fábricas cerrarían para “llenarse de nuevo” y traerían de vuelta millones de empleos. Pero la realidad en 2025 pinta un cuadro muy distinto. Mientras la construcción de fábricas tradicionales cae un 2.5% este año, la inversión en centros de datos —núcleos de la inteligencia artificial (IA)— ha subido casi un 18%. El símbolo perfecto de esta paradoja es la planta de General Motors en Lordstown, Ohio, una vez punto clave de la fabricación automotriz que cerró para luego ser comprada y transformada en un centro de manufactura de equipos para IA por gigantes tecnológicos como Foxconn, OpenAI y SoftBank.
Este cambio refleja una transformación económica profunda: la apuesta masiva de Estados Unidos en infraestructura tecnológica está sustentando el crecimiento del país, pero a costa del sector manufacturero tradicional que Trump buscaba revitalizar. Mientras la economía en general se sostiene, la manufactura sigue en crisis, con actividades en contracción y pérdida de empleos. La única expansión real está en la infraestructura para IA y sus demandas asociadas.
¿Una burbuja como las ferroviarias?
La inversión en IA recuerda otros mega proyectos históricos —la construcción de los ferrocarriles del siglo XIX o la expansión de redes de fibra óptica en los 90— que trajeron un auge espectacular pero también generaron desequilibrios. Bloomberg estima que hasta 4 billones de dólares podrían invertirse en infraestructura IA para 2030. Esta avalancha de capital está impulsando el crecimiento económico, compensando una economía que sin esta inversión probablemente apenas crezca al 1% anual.
Rebecca Patterson, experta en inversiones, señala que sin la inversión en IA el país podría estar enfrentando una recesión leve. El soporte económico que la IA da al PIB está creciendo y puede representar 1.5 puntos porcentuales en 2026, gracias a los gigantes tecnológicos como Alphabet, Amazon, Meta y Microsoft aumentando sus gastos en centros de datos y software.
El dilema de Trump: industria vs. tecnología
Trump abraza la IA como motor de competitividad y seguridad nacional. En 2025 lanzó el AI Action Plan y ha impulsado iniciativas como el Stargate Project, una colaboración de 500,000 millones de dólares de OpenAI, Oracle y SoftBank para construir centros de datos y manufactura tecnológica en Estados Unidos, incluida la planta de Lordstown. Sin embargo, sus políticas proteccionistas y restricciones en importaciones añaden tensiones significativas.
A pesar de tarifas arancelarias ampliadas al sector manufacturero, que han causado perjuicios millonarios a gigantes industriales como Caterpillar y GM y generado pérdidas de empleos, el sector tecnológico ha logrado exenciones de aranceles para sus insumos, creando una división en cuanto al apoyo gubernamental. La investigación comercial en robots e maquinaria industrial apunta a nuevos aranceles que podrían dificultar aún más el crecimiento manufacturero.
Esta disparidad ha generado una “carrera por recursos” donde la IA se lleva el oxígeno: capital, mano de obra especializada y energía, dejando poco para la manufactura tradicional.
La batalla por los recursos: capital, electricidad y talento
Los centros de datos requieren enormes cantidades de energía, equivalente a lo que consumen decenas de miles de hogares, y se espera que para 2032 representen hasta el 20% de la demanda eléctrica en Estados Unidos. Esto está elevando los costos eléctricos en regiones cercanas a estos centros hasta un 267% en cinco años, impactando a hogares y fábricas tradicionales.
Además, la escasez crónica de mano de obra especializada en construcción y oficios técnicos (electricistas, plomeros, soldadores) se acentúa con la concentración de proyectos en IA, donde el 20% de los contratos de construcción en septiembre estaban relacionados con estos centros de datos. Mientras, las políticas migratorias restrictivas han empeorado la falta de trabajadores calificados.
Este “estrangulamiento” puede frenar una recuperación manufacturera más amplia y crear cuellos de botella en sectores clave para la economía.
Oportunidades y tensiones a corto y largo plazo
A pesar de las tensiones, la expansión de la IA también abre oportunidades para la manufactura avanzada. Empresas de automatización y sistemas eléctricos están creciendo, y robots inteligentes prometen aumentar la productividad y aliviar el déficit laboral en la industria. Schneider Electric y ABB, por ejemplo, están apostando por la fabricación de equipo para data centers y automatización industrial.
La innovación en métodos de construcción, como la prefabricación o la generación propia de energía en centros o fábricas, también puede aliviar tensiones futuras. Microsoft y otras compañías invierten en sistemas de enfriamiento y eficiencia energética para IA, lo que podría traducirse en beneficios tecnológicos para el sector manufacturero.
Lordstown: prueba de fuego para la reinvención industrial
El caso Lordstown simboliza este choque. Aunque la planta GM llegó a emplear 12,000, la nueva instalación IA empleará inicialmente unos 1,600 trabajadores, muy por debajo del pico anterior, reflejando la alta automatización del sector tecnológico. La economía local, que perdió 40% de empleos manufactureros en dos décadas, mira con incertidumbre y cierta desconfianza esta transformación. Algunos líderes locales incluso consideran prohibir futuros centros de datos para proteger su tejido industrial histórico.
La tensión entre la visión tradicional de “fabricar cosas” y la nueva era tecnológica es palpable. El futuro del empleo y la economía en estas regiones dependerá de cómo se equilibren ambas fuerzas.
En resumen, Estados Unidos está viviendo una bifurcación económica en 2025: la vieja manufactura lucha por sobrevivir ante las políticas, tarifas y escasez laboral; mientras la infraestructura de IA impulsa el crecimiento con inversiones sin precedentes. Trump se encuentra parado en medio de esta contradicción, con un auge tecnológico que podría definir el futuro, pero también dejar en el pasado el sueño de un renacer industrial tradicional. Esta realidad confirma que la gran apuesta de EE. UU. es la inteligencia artificial, aunque su rentabilidad social y económica aún debe demostrarse plenamente, especialmente para las regiones industriales históricas.



