Airbnb, la marca que transformó la hospitalidad y el turismo, enfrenta el mayor dilema en sus 18 años: ¿ha llegado a su techo o puede reinventarse de nuevo? Aunque la compañía es ahora más rentable y disciplinada que nunca, su crecimiento se desacelera y la competencia —desde Booking hasta reguladores locales— se intensifica. Brian Chesky, su fundador y actual CEO, busca convertir la plataforma en mucho más que un lugar para dormir… pero ¿podrá lograrlo?
De start-up irreverente a gigante global
Cuando Chesky fundó Airbnb en 2007, era el arquetipo del joven rebelde de Silicon Valley. Hoy, vestido completamente de negro y consciente de cada detalle operativo, preside una empresa madura, con márgenes del 21% y una valuación en bolsa superior a Marriott, el mayor hotelero del mundo. Airbnb ya no quema dinero para “crecer a cualquier costo”: en 2025, anunció recompra de acciones por 6 mil millones de dólares, muestra de su nueva disciplina financiera.
La plataforma cuenta con más de 8 millones de anuncios en casi todo el planeta y recibió reservas por 86 mil millones de dólares en los últimos 12 meses, un avance del 10% respecto al año pasado. Pero esa tasa de crecimiento ya no impresiona como antes. El avance de reservas y tráfico web es cada vez más lento; los analistas anticipan que los resultados trimestrales seguirán mostrando esa tendencia.
El precio del éxito: regulación, competencia y saturación
Airbnb creció en un terreno casi virgen, pero ahora se enfrenta a nuevos límites:
Varios gobiernos —de Nueva York a París— regulan y restringen la oferta para frenar el impacto en precios de vivienda. Cada nueva norma sube los costes y limita el inventario, mientras la protesta social contra la “turistificación” crece.
En mercados clave, como Estados Unidos, Canadá, Australia, Francia y Reino Unido, el crecimiento se estanca y la competencia de Booking.com, Expedia y hoteles tradicionales arrecia. La cuota de viajeros que eligen Airbnb frente a opciones tradicionales aún es pequeña —sólo 1 de cada 10 noches de estadía se reservan en la plataforma en EE.UU., según su CFO.
Respuestas: expansión geográfica, nuevos productos y tecnología
Para reactivar el crecimiento, Airbnb apuesta por tres ejes:
Internacionalizarse más allá de sus cinco mercados núcleo: Brasil, India y otros países emergentes crecen tres veces más rápido que sus mercados principales, gracias a inversiones en marketing y opciones de pago local.
Integrar hoteles y atraer viajeros de negocios: El inventario hotelero ya tiene más de 95,000 opciones activas, tendencia que busca compensar la caída en alquileres urbanos.
Diversificar servicios: Revivieron la apuesta por “experiencias” (clases, recorridos y actividades), servicios adicionales (entrenadores personales, etc.), funcionalidades sociales y (pronto) alquiler de autos y programas de lealtad.
Sin embargo, hay escepticismo sobre estas nuevas líneas. Competidores como Viator tienen una oferta diez veces más grande en grandes ciudades, y los usuarios suelen acudir a plataformas especializadas para servicios locales. Hay dudas sobre si la nueva app aportará ingresos significativos, dado el fuerte gasto de lanzamiento y el margen de error en la ejecución.
Inteligencia artificial: ¿aliado, amenaza o moda pasajera?
La IA está transformando cómo la gente planifica viajes. En 2025, el 55% de estadounidenses ya utilizó ChatGPT u otra IA para organizar sus vacaciones, y muchos prevén que pronto podrán reservar alojamiento —o todo el viaje— directamente desde estos asistentes.
Airbnb, a diferencia de rivales, ha rehusado por ahora integrarse a grandes modelos IA como ChatGPT. Chesky teme que eso los convierta en un “commodity” que sólo provee datos. Su plan es desarrollar una app de conversación inteligente, capaz de aprender los gustos y necesidades del usuario, diferenciándose así de una herramienta algorítmica genérica.
Un modelo en transición ¿o en reinvención?
Brian Chesky insiste en que Airbnb “es un movimiento, no una app ni una simple web”, buscando que la plataforma sea la puerta a experiencias humanas profundas. Su visión responde a una tendencia post-pandemia: cuanto más tiempo pasan los usuarios frente a pantallas y bots, más valoran lo tangible y humano —viajar, conocer, socializar en persona.
Pero la gran pregunta sigue abierta. ¿Buscan los usuarios un “movimiento” o simplemente un lugar seguro, flexible y barato donde descansar? El crecimiento de Airbnb depende de convencer a millones de personas —y a reguladores— de que puede ofrecer ambas cosas.
Las cifras detrás de la disyuntiva
En el segundo trimestre de 2025, Airbnb reportó ingresos de $3.1 mil millones, un aumento del 13% interanual, y beneficio neto de $642 millones (+16%), con un margen estable.
A pesar de la disciplina y la rentabilidad récord, el margen de mejora real está fuera de los mercados tradicionales y en los nuevos servicios, pero para ello deberá superar barreras legales, la competencia de sitios verticales y el riesgo de saturación.
Su cotización bursátil cayó un 7% en el último año, reflejo del escepticismo inversionista sobre el ritmo de expansión futuro.
¿Techo o trampolín?
Airbnb enfrenta el mismo reto existencial de otras grandes tecnológicas maduras: ¿cómo transicionar de gigante disruptor a ecosistema indispensable? 2025 será un año decisivo. Si logra consolidar nuevos negocios, regiones y alianzas, mantendrá la relevancia. Si no, podría estancarse como “otra” multinacional más.
De momento, la única incógnita resuelta es que la industria, los usuarios y los mercados ya no le perdonan errores. Crecer ya no es suficiente; ahora toca reinventarse… otra vez.



