La inteligencia artificial (IA) se presenta como una herramienta clave para abordar desafíos climáticos y de sostenibilidad. Sin embargo, su creciente impacto ambiental podría contrarrestar sus beneficios. Si bien el uso de energía y agua en el entrenamiento de modelos es una preocupación conocida, el uso intensivo de recursos y la generación de residuos electrónicos son igualmente alarmantes. La infraestructura física detrás de la IA, que incluye servidores, chips, centros de datos y sus sistemas auxiliares, tiene un impacto ambiental significativo más allá del consumo de energía.
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