Durante décadas, el lujo fue sinónimo de acumulación: mansiones, autos vintage, relojes suizos o vinos de colección. Sin embargo, algo está cambiando en las cumbres de la riqueza global. Los multimillonarios ya no están obsesionados con poseer, sino con vivir experiencias únicas e irrepetibles. Los activos de lujo —el vino, los relojes, las propiedades prime— están perdiendo valor por primera vez en años, mientras que los servicios exclusivos y las vivencias de alta gama se disparan. Lo que antes era símbolo de poder, hoy parece trivial.
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