El Costo Cognitivo de la Proactividad en el Trabajo
Ser proactivo puede agotar tu mente más de lo que imaginas; descubre cómo equilibrar la mejora continua con el bienestar mental en este artículo revelador sobre los costos ocultos del esfuerzo extra.
Imagina que eres vendedor y, tras reunirte con posibles clientes, notas que muchos vuelven a contactarte con las mismas preguntas, lo que retrasa la firma de contratos. Decides actuar: compilas una lista de FAQs para enviarla junto al contrato. Sin embargo, en una reunión posterior ese mismo día, te cuesta concentrarte. Tu atención decae, pasas por alto detalles importantes y responder con claridad resulta más difícil. Esto podría ser consecuencia del costo cognitivo de ser proactivo.
Un estudio reciente reveló que cuanto más esfuerzo dedica una persona a mejorar su trabajo, peor es su rendimiento cognitivo al final del día, comparado con jornadas donde simplemente siguió su rutina habitual. Esto no significa que la proactividad sea negativa, sino que tiene un precio mental que debe entenderse para gestionarse eficazmente.
La importancia de las rutinas
Las rutinas en el trabajo no solo ayudan a ser más eficiente, sino que conservan la energía mental. Así como aprender a andar en bicicleta se vuelve automático con la práctica, muchas tareas laborales se vuelven menos demandantes gracias a la repetición. Ser proactivo rompe con esa automatización y obliga al cerebro a esforzarse más, lo que puede generar fatiga mental.
Lo que revela la investigación
En un primer estudio con 163 trabajadores en Francia, se observó que quienes tomaban más iniciativas para mejorar su trabajo tenían peores resultados en pruebas cognitivas al final del día. Para confirmar que esto no se debía a otros factores como el mal sueño o el estrés, un segundo estudio midió el rendimiento cognitivo de 93 personas al inicio y al final del día, durante varios días. El hallazgo fue el mismo: la proactividad, incluso controlando otras variables, se asoció con menor rendimiento mental al cierre de la jornada.
Una tercera fase del estudio, con 637 empleados del Reino Unido, confirmó que las tareas proactivas requieren más esfuerzo mental que las tareas rutinarias. Estas no solo se perciben como más exigentes, sino que implican un mayor alejamiento de los hábitos establecidos.
¿Dejar de ser proactivo? No, pero…
La proactividad sigue siendo clave para encontrar sentido en el trabajo y generar mejoras valiosas. Sin embargo, es necesario gestionar sus efectos adversos. Las siguientes recomendaciones pueden ayudar:
Tomar descansos: Pausas regulares ayudan a recuperar energía mental, especialmente en días donde se realizan esfuerzos proactivos.
Flexibilidad en horarios y prioridades: Reorganizar las tareas para reservar las más exigentes para momentos de mayor lucidez puede mitigar la fatiga.
Fomentar un entorno seguro para experimentar: Si los errores están permitidos, se reduce la presión mental, favoreciendo una proactividad más saludable.
Reflexión final
Aunque el estudio se centró en efectos a corto plazo, futuras investigaciones podrían analizar si la proactividad constante disminuye sus costos cognitivos con el tiempo, y cuánto se tarda en recuperar la capacidad mental tras un día especialmente activo.



