En contraste con la operación relámpago de 1981, cuando Israel destruyó el reactor nuclear iraquí de Osirak sin que el mundo se diera cuenta, el actual conflicto con Irán está desarrollándose como una guerra prolongada de desgaste con objetivos mucho más ambiciosos: destruir el arsenal de misiles balísticos de Teherán, sus instalaciones nucleares clave y debilitar al régimen hasta un punto crítico.
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